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Otro error es posible

Actualizado: 6 oct 2023

Desde que nacemos estamos en constante aprendizaje. Esto se da en todos los ámbitos de nuestra vida. Tales aprendizajes pueden darse de forma más consciente y voluntaria o de forma más inconsciente e involuntaria. Un ejemplo de ello podría ser en el ámbito académico: estudiamos para poder aprobar los exámenes y sacarnos el curso, el graduado, la carrera, el máster, etc. En este caso el aprendizaje es voluntario, ya que decidimos estudiar para poder aprobar.


Por otra parte, un ejemplo de aprendizaje involuntario sería el conductual, el cual se da al margen de nuestra voluntad, y como ejemplo voy a poner el tema de este post: el error.



¿Has decidido en algún momento de tu vida que ante el error hay que reaccionar mal porque es algo negativo? Puede que ahora sí que pensemos que es algo malo, algo a evitar, algo aversivo, pero para llegar a esta forma de reaccionar y percibir el error ya hay un aprendizaje previo.


Es muy habitual en el mundo del deporte ver a deportistas y/o a profesionales del deporte, como el/la entrenador/a, reaccionar mal ante un error, incluso llegar a la situación de que un pequeño error afecte muy negativamente al rendimiento después de haberlo cometido.


Hay reacciones frente al error que son muy visibles, cualquier persona externa puede ver como un/a deportista se enfada después de cometerlo, en cambio, otras reacciones no son tan observables como por ejemplo la pérdida de concentración, el aumento del nivel de activación, cambios fisiológicos, conductas de evitación, miedo a repetir una situación parecida, etc.


Nuestra historia de aprendizaje ligada al error seguramente no sea la más adecuada ya que desde pequeños/as nos enseñan que el error es algo aversivo, algo que no podemos cometer. En algunas situaciones sí que el error es castigado de forma inmediata, por ejemplo, si cometo un error al tirar a canasta mi entrenador/a se lleva las manos a la cabeza y me dice que no podemos fallar, que hay que meterla.


En otras ocasiones el castigo llega un poco más tarde, por ejemplo, después de perder un partido o no sacar una buena nota en el examen. Esto, de forma indirecta, castiga el error y premia el resultado y no fallar, lo cual nos indica que el contexto tiene un peso muy importante en nuestra historia de aprendizaje.


Lo comentado anteriormente nos explica por qué reaccionamos como lo hacemos cuando cometemos algún error y por qué en muchas ocasiones jugamos para evitar el error, con sus consecuencias directas sobre rendimiento.


Este aprendizaje ya lo tenemos, pero la parte positiva es que podemos aprender a percibir y a reaccionar de forma diferente frente al error. Para ello hay que enseñarle al cuerpo que el error no es un estímulo aversivo para nosotros, trabajar las reacciones fisiológicas que se desencadenan o se pueden desencadenar después de un error y modificar nuestros pensamientos y creencias sobre este.


No tolerar el error o sentirnos mal frente a éste tiene consecuencias directas sobre nuestro rendimiento

Y todo esto… ¿por qué? La respuesta creo que está muy clara: no tolerar el error o sentirnos mal frente a éste tiene consecuencias directas sobre nuestro rendimiento y sobre otras variables psicológicas muy importantes como pueden ser la motivación, la gestión emocional, la autoconfianza, la autoeficacia o la concentración.


Para terminar, decir que es importante que el trabajo a realizar para que nuestro cuerpo y cabeza reaccionen de forma más adecuada frente al error no es fácil, no es una tarea tan sencilla como soltar un par de frases, pero la parte positiva es que trabajar para reaccionar de forma diferente frente al error solo nos traerá consecuencias positivas, tanto a nivel deportivo como personal.


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